A la hora de hablar de
gastronomía nadie duda de la importancia de lo visual y no sólo se atiende al
gusto y olfato. Por eso, creo que para beber, la estética también es esencial.
A mucha gente le da igual que sirvan una cerveza en tubo, vaso de caña o jarra;
no les importa si el envase está congelado o si se ha mojado o no el interior.
Todo esto influye, aunque no lo creamos y es que, antes de beber o comer, el
alimento entra primero por los ojos. Me darán la razón aquellos que comparen el
tomarse una rubia de trigo en copa larga y ancha en vez de en un simple vaso de
agua.
Hoy en día es fácil encontrar en cualquier
supermercado ofertas de botellas con su copa-jarra incorporada de regalo, pero
hace algunas décadas el envase corporativo de cada marca era exclusivo de los
bares, así que la única manera de comenzar una colección de esta índole era
siendo amigo de lo ajeno. Tengo que reconocer, por tanto, que mis primeras
adquisiciones fueron afanadas para la causa. También tenían dudosa procedencia
las que me regalaban amigos y familiares cuando viajaban. Así conseguí los ejemplares
de Chimay, Guinness o Leffe.
Más tarde llegaron los premios por obtener
varios packs de Mahou. Recopilando pruebas de compra me enviaron algunos
modelos de “La Historia de la Cerveza”: en cada jarra había un grabado que
representaba un momento histórico relacionado con la cerveza (el descubrimiento
de América, la imprenta, Persia, el ferrocarril, etc).
Con los años puedo presumir de una buena
muestra de recipientes para disfrutar de mi bebida favorita: desde las clásicas
jarras de vidrio y barro, pasando por las weizen alargadas de trigo hasta las
copas tipo thistle o tulipa, más finas y decorativas.
En los 90 recuerdo con nostalgia aquellas
noches de juventud bebiendo birra en tubo o en un mini de plástico; ¡era de
sibaritas tomarla de otra manera!. Pero de vez en cuando uno pisaba La Abadía
de Toledo, cogía sitio en las cuevas de la planta baja y se daba el capricho de
una Spaten, Alexander o Erdinger en su correspondiente cristal. Hoy el local continúa
pero ya es muy diferente. También era una gozada pedir una bota de cerveza para
compartir. Era curioso porque cuando el líquido llegaba al tacón había que ser diestro al girar y pingar la bota ,
pues una enorme burbuja podía subir y estallarte en la cara. Fueron muchas las
veces que hicimos la prueba sacrificando amigos principiantes para ver cómo se
mojaban.
Siempre supe que la “probeta” con la base de
madera de la marca Kwak, la Judas o la Duvel estarían entre mis preferidas.
Sólo me queda una por conseguir que me trae estupendos recuerdos y que sigue
siendo de mis cervezas más queridas: el cáliz de “La Fruta Prohibida”
(Hoegaarden Le Fruit Defendu). No es un vaso espectacular, al menos no tanto
como otros y las figuras grabadas son siluetas comparadas con la etiqueta
original pero como he dicho, me puede la melancolía. Mientras reservo un hueco
en mi vitrina, la tomaré en la copa de La Trappe.
Me prometí hace años no comprar más ejemplares:
“Tengo suficientes y para todos los tipos”, me he repetido en varias ocasiones,
pero de vez en cuando sucumbo a la tentación y no puedo resistirme con alguna
preciosa pieza. La última que me ha conquistado es la thistle de la casa Tripel
Karmeliet, cuya efigie revaloriza mi colección. Eso sí, la vitrina de mi salón
que alberga los preciados modelos ya no da abasto y cada vez se parece más a
una patera (permitidme la fallida expresión).
Mucho erudito en la materia dirá que tampoco
importa tanto el recipiente y que apenas influye en la cata. Tengo que
discrepar, ya que hay enormes diferencias para el correcto desarrollo y
persistencia de la espuma, para gozar de los olores, para que se oxigene el
contenido, incluso para disfrute visual o estético. La vista y la psique
prefieren una copa de vidrio que la típica jarra de barro alemana con tapa. Que
sí, que suele ser bonita y conserva la temperatura, pero da igual si viertes en
ella una Weihenstephan o una Delirium Tremens, ya que te pierdes el color de la
bebida, los olores, apreciar la textura de la espuma, etc.
Es doloroso perder una de estas piezas que
me han acompañado en momentos tan placenteros. Cuando oigo saltar los cristales
algo se astilla en mi interior. Por eso las manejo como material altamente
frágil y nunca, nunca, uso el lavavajillas.
Koldo Mikel
Gran colección tienes! Tienes razón en que es importante elegir una copa adecuada ara cada estilo. Cuando tienes una colección así es divertido elegir una de todas las posibles, aumenta el disfrute de la experiencia de tomar la cerveza en sí.
ResponderEliminarUn saludo!
Son increibles las jarras que tienes.
ResponderEliminarHace poco igual fui a una tienda de jarras y vaya, cantidad impresionante de jarras muy hermosas para adquirir.